jueves, 5 de noviembre de 2009
DE TODO CORAZÓN
La sinceridad, la dulzura o la ternura, tan denostadas por la arrogancia de los que arrodillan la vida ante la mal llamada eficacia, no son ninguna debildad, ni son incompatibles con un proceder exigente y firme. La amabilidad puede ser todo un lenguaje, el de la indispensable cordialidad.
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También las instituciones, las administraciones, las empresas pueden y deben tener corazón. Ha de latir en sus actitudes, en sus palabras, en sus acciones. Preconizar la insensible frialdad como garantía de objetividad es desconocer que la ausencia de sentimientos y su desconsideración no es ninguna garantía de éxito. Incluso para decidir, hay que hacerlo de corazón.
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