Vio cómo se esforzaba para poder pasar su cuerpo a través del pequeño orificio. Hubo un momento en el que parecía que ya no progresaba en su intento. Daba la sensación de que se había quedado trabada. Entonces el hombre, en su bondad, decidió ayudar a la mariposa y, con unas tijeras pequeñas, hizo un corte lateral en el orificio para agrandarlo y facilitarle la salida. Así fue como la mariposa vio la luz. No obstante, tenía el cuerpo muy hinchado y las alas pequeñas y dobladas.
El hombre continuó observando, esperando a que, en cualquier momento, las alas se desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar el peso del pequeño cuerpo de la mariposa. Nada de eso sucedió, y la mariposa sólo podía arrastrarse en círculos, con su cuerpo deformado y las alas dobladas... Nunca llegó a volar.
Lo que en su ignorancia no entendió el hombre, inmerso en su espíritu salvador, es que la restricción de la abertura del capullo, y la lucha de la mariposa por salir a través del agujero diminuto, era la forma en que la naturaleza forzaba a los fluidos de su cuerpo a ir hacia las alas a fin de que se hicieran grandes y fuertes para poder volar.
La libertad y el vuelo sólo pueden llegar después de la lucha y el esfuerzo. Y al privar a la mariposa de su lucha, ayudándola a salir del capullo, también le privó de su libertad y de su capacidad de llegar al cielo.
Extraído del libro: "Aplícate el cuento", de Jaume Soler y M. Mercé Conangla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu atención, tu tiempo y tu comentario.